De Niro acepta a su hija trans. ¿Y tú, todavía estás en el siglo pasado?


Robert De Niro apoya públicamente a su hija trans, Airyn, y lanza una verdad incómoda: tal vez el amor no necesita explicación, solo decisión.
4 de mayo de 2025
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Por: X Mae

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Robert De Niro, ese mismo hombre que en pantalla ha sido mafioso, taxista, boxeador y padre inflexible, ahora da un giro que algunos aplauden, otros no entienden y varios, simplemente, no toleran. ¿Qué sucede cuando el tipo duro de Hollywood se convierte en el símbolo inesperado de aceptación? ¿Y por qué esto nos incomoda tanto?

No hay cámaras, ni luces, ni guion que lo salve de la realidad: Su hija, Airyn, de 29 años, ha salido públicamente como mujer transgénero. Lo hizo en una entrevista con la revista Them, un medio LGBTQ+ donde contó que llevaba tiempo visible, pero no vista. Porque una cosa es que te miren, otra muy distinta es que te vean de verdad.

De Niro reaccionó sin grandilocuencia ni lágrimas mediáticas. Solo con amor. “Amaba y apoyaba a Aaron como mi hijo, y ahora amo y apoyo a Airyn como mi hija”, dijo a Variety. Y luego, casi con ese desdén característico que lo ha hecho eterno, soltó: “No sé cuál es el gran problema. Amo a todos mis hijos”. Así, sin esfuerzo. Sin necesidad de aplausos.

Y sin embargo, el ruido no tardó. No por lo que dijo, sino por lo que representa. En una época donde las redes sociales hacen de cada vida una tribuna y cada opinión un campo de batalla, el gesto de De Niro se siente como una bofetada elegante a las ideologías dogmáticas. Porque no gritó, no militó, no argumentó con furia. Solo amó. Y eso, irónicamente, es más revolucionario que cualquier pancarta.

Airyn —hija también de la actriz y modelo Toukie Smith— decidió iniciar su transición el año pasado. No porque de pronto quisiera atención. No porque sea tendencia. Sino porque, como tantas otras mujeres trans, entendió que no hay edad para reclamar tu identidad si lo haces con verdad. Inspirada por figuras como Laverne Cox, y decidida a honrar a sus ancestros negros queer, ahora quiere ser vista. Pero esta vez, de verdad.

Mientras tanto, del otro lado del Atlántico, la Corte Suprema del Reino Unido dictamina que, legalmente, una mujer es definida por su sexo biológico. Un golpe seco, especialmente para personas como Victoria McCloud, la única jueza transgénero conocida del país, que ahora planea llevar el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Porque cuando las leyes se aferran al cuerpo en lugar de al alma, el progreso se queda cojo.

Y uno se pregunta: ¿Por qué el cuerpo de alguien más despierta tanto debate en el nuestro? ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar que la identidad no se encierra en cromosomas ni se dobla como ropa vieja? ¿Cuándo decidimos que nuestro derecho a opinar era más fuerte que el derecho del otro a existir?

Tal vez por eso la historia de Airyn no es solo la historia de una hija trans. Es la historia de una generación obligada a gritar para ser escuchada. De padres que deben elegir entre el amor y el prejuicio. Y de nosotros, los espectadores de esta función en tiempo real, que deberíamos preguntarnos si seríamos capaces de responder con la misma serenidad que De Niro cuando llegue nuestro turno de apoyar… o callar.

Porque si el tipo más rudo de Hollywood puede mirar a su hija y decir “no hay problema”, ¿qué excusa nos queda a nosotros?


¿Y tú, podrías amar con esa libertad… o necesitas que la identidad venga con subtítulos?


Fuentes verificables:

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