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¿Quién teme al Pikachu rebelde? La ternura como arma de disidencia


Una figura amarilla corre por las calles de Antalya, Turquía. No es un niño perdido, ni una mascota extraviada. Es Pikachu. O mejor dicho, alguien disfrazado de Pikachu. Huye de la policía con sus patitas cortas y torpes, mientras la niebla del gas pimienta se mezcla con el amanecer del
11 de abril de 2025
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Una figura amarilla corre por las calles de Antalya, Turquía. No es un niño perdido, ni una mascota extraviada. Es Pikachu. O mejor dicho, alguien disfrazado de Pikachu. Huye de la policía con sus patitas cortas y torpes, mientras la niebla del gas pimienta se mezcla con el amanecer del 27 de marzo de 2025. Parece un sketch de televisión absurda, pero no hay risas en el aire. Solo indignación.

En X (antes Twitter), el partido político del alcalde de Estambul, recientemente detenido, publica una frase que se vuelve instantáneamente viral: “¡El gas pimienta, que afecta incluso a Pikachu, no nos hará nada a ti ni a mí! #ResistPikachu”.

¿Quién diría que la resistencia se pondría orejas puntiagudas y cachetes rojos?


En paralelo, en otro rincón del universo —léase: Internet— un ejército de inteligencias artificiales transforma escenas familiares en dulces viñetas al estilo Studio Ghibli. Políticos corruptos, bebés llorando, mascotas perdidas, tragedias urbanas. Todo adquiere ese aire suave, tierno, inocente. Como si el mundo real pudiera sanarse con una capa de nostalgia animada.

Lo irónico —lo deliciosamente irónico— es que Hayao Miyazaki, fundador de Studio Ghibli, ha llamado a este tipo de arte generado por IA una “afrenta a la vida misma”. Y sin embargo, aquí estamos, coloreando el dolor con ojos grandes y mejillas sonrosadas.

¿Por qué lo hacemos?

Porque la ternura vende. Porque la ternura anestesia. Pero sobre todo: Porque la ternura, cuando se lo propone, también desafía.


En Asia lo entendieron hace décadas. Después del horror nuclear y la ocupación estadounidense, Japón no recurrió a la venganza visual, sino a lo “kawaii”. De esas ruinas surgieron personajes como Doraemon, Kirby, Hello Kitty y sí, Pikachu. No como simples juguetes, sino como guías espirituales en una cultura rota.

Barefoot Gen, un niño de seis años que sobrevive a Hiroshima, y Grave of the Fireflies, con sus hermanitos condenados al hambre tras el bombardeo de Kobe, no son historias infantiles. Son elegías animadas. Y sin embargo, sus protagonistas son tan adorables que es imposible mirar hacia otro lado.

Porque esa es la trampa: Lo lindo te obliga a ver. Lo lindo no grita, no empuña un arma. Solo te mira con ojos de cachorro. Y eso, paradójicamente, te desarma.


Estados Unidos intentó subirse a la ola. La Casa Blanca posteó una imagen “Ghibli-ficada” de una mujer dominicana siendo arrestada por ICE. Querían humanizar su política. Pero fracasaron estrepitosamente. ¿Por qué? Porque la ternura no funciona cuando la ejerce el opresor. Es como si Darth Vader intentara darte un abrazo con sus guantes negros. No cuela.

Contrastemos eso con el Pikachu turco. O con los dibujos del movimiento Milk Tea Alliance: tazas de té con ojos brillantes unidas contra la represión en Tailandia, Hong Kong, Myanmar y Taiwán. Protestas disfrazadas de stickers, memes que se ríen en la cara del poder.

¿Funciona?

Bueno, pregúntale al gobierno chino por qué prohibió Winnie the Pooh después de que lo compararan con Xi Jinping. La caricatura no tumbó al régimen, pero dejó una grieta en su fachada. Y toda grieta es una invitación al colapso.


En Estados Unidos, el revival de Ghibli en redes sociales parece responder a otra necesidad: La del consuelo. En un mundo plagado de guerras, crisis climática y algoritmos que gritan, lo tierno es un refugio. Pero cuidado: No confundamos consuelo con conformismo.

Hay ternura que abraza… y hay ternura que empuja.

Esa es la diferencia entre el Pikachu que huye de la policía y el Pikachu que te sonríe desde una caja de cereales. Uno es marketing. El otro es mensaje.


Así que la próxima vez que veas una imagen “linda”, pregúntate:
¿Me está haciendo sentir mejor… o me está pidiendo que haga algo mejor?


Fuentes (porque sí, incluso la ternura tiene fuentes):
📚 The Conversation – “Pikachu protesters, Studio Ghibli memes and the subversive power of cuteness”
🔗 https://theconversation.com/pikachu-protesters-studio-ghibli-memes-and-the-subversive-power-of-cuteness-253909


¿Qué otros símbolos “inofensivos” crees que podrían convertirse en armas subversivas? Te leo en los comentarios.

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