🎙️“Demuéstramelo, mundo”: El blues lésbico y negro que desafió a la moral hace casi un siglo


Cuando ser mujer, negra y queer era delito… Ma Rainey lo convirtió en himno.
25 de junio de 2025
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Por: X Mae

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Ma Rainey


En tiempos donde la palabra “orgullo” aún no se cosía en banderas, una mujer negra, de voz rasposa y dientes de oro, la gritó con música. Mientras otras escondían sus deseos bajo faldas largas y silencios impuestos, ella los vistió de traje, los bailó en Harlem, y los grabó en vinilo. ¿Cómo es posible que una canción nacida en los sótanos prohibidos de la moral haya sobrevivido un siglo sin que tú la conocieras?

Chicago, 1925. Una redada rompe el humo espeso y el jazz de un apartamento. No hay hombres. Solo mujeres. Mujeres besando, riendo, desnudándose del deber de agradar al mundo. Entre ellas, Gertrude Pridgett, conocida en la farándula como Ma Rainey, anfitriona del escándalo. Detenida. Acusada. ¿Vergüenza? Ninguna. En vez de esconderse, escribió un blues. “Prove It on Me”. Desafiante. Lésbico. Negro. Real.

“Dicen que lo hago, pero nadie me ha atrapado…
Salí anoche con amigas,
debían ser mujeres, porque no me gustan los hombres…”

¿Te incomoda leerlo? Imagínate oírlo en 1928. En un país que prefería que las mujeres negras cantaran penas de hombres, no placeres de mujeres. Ma Rainey no pidió permiso: grabó más de 100 canciones, firmó con Paramount, giró para públicos blancos y negros, y vivió sin pedir disculpas. Entre plumas, diamantes y collares de monedas de oro, construyó su propia realeza queer.

No estaba sola. Gladys Bentley con su traje de tres piezas. Ethel Waters y su apartamento sin hombres. Bessie Smith, que pagó la fianza de Rainey, sabía bien lo que costaba amar a una mujer en una cultura que no veía, no escuchaba y no entendía. Pero ellas cantaban igual. En Harlem. En bares clandestinos. En los “buffet flats”, donde los placeres eran reales y las leyes ajenas.

En cada verso, estas mujeres rompían más que notas musicales. Dinamitaban el patriarcado, ridiculizaban la domesticidad, hablaban de sexo con una desvergüenza que muchos hombres no se atrevían a mostrar. Eran artistas, sí. Pero también historiadoras de sí mismas, cronistas de un deseo que la historia oficial decidió omitir.

¿Quién dictó que el blues real debía ser cantado por un hombre solitario con guitarra al hombro? ¿Por qué Ma Rainey, que fundió el vaudeville con el alma del sur profundo, fue relegada a la categoría de entretenimiento? Fue necesario que Angela Davis escribiera Blues legacies and Black feminism para reestablecer la verdad: estas mujeres no solo hacían música. Redefinían lo que era ser mujer, negra y libre.

Rainey lo sabía. “The blues helps you get out of bed in the morning”, decía su personaje en una obra teatral. Y vaya que hacía falta esa fuerza cuando el mundo entero te decía que estabas mal solo por existir.

Prove It on Me Blues no fue solo una canción. Fue una bomba de tiempo. Un manifiesto encubierto. Un espejo para mujeres que no sabían que podían ser vistas. Mucho antes de Stonewall, antes de las etiquetas, antes de los hashtags, ya estaba Rainey diciendo: “Quiero que todo el mundo lo sepa.”

Y tú, ¿cuántas historias como esta crees que aún duermen bajo el polvo de los discos olvidados?


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