
Por alguna razón, el lunes pasado huele a pólvora institucional. Y no, no es por los fuegos artificiales patrios, sino porque Costa Rica, ese país que se vende como “modelo democrático”, está a punto de estrenar algo inédito: la exportación de su vergüenza judicial en un vuelo con destino a Texas.
A veces, la caída no empieza desde lo alto, sino desde el silencio. Nadie se imaginó que Celso Gamboa —exmagistrado, exministro, exfiscal y hoy, sencillamente, «acusado»— terminaría con el mismo destino que los narcos que él alguna vez interrogó. Menos aún, compartiendo celda con un viejo conocido: Edwin López Vega, alias “Pecho de Rata”, un hombre con un apodo digno de novela y un prontuario que no cabe en un expediente estándar.
Ambos fueron detenidos el mismo día: Gamboa en su elegante refugio de Escazú, y López en Cahuita, posiblemente a punto de pedir un rice and beans sin saber que su menú incluiría una extradición. Irónico, ¿no? Dos extremos del sistema, el de arriba y el de abajo, terminan en el mismo furgón judicial.
Lo que une a estos dos personajes no es la amistad —aunque Gamboa fue, curiosamente, abogado de Pecho—, sino una petición formal firmada por la DEA y entregada en el Tribunal Penal de San José. Una petición que marca historia: si se concreta, serán los primeros costarricenses extraditados a EE. UU. por narcotráfico bajo la reforma al artículo 32 de la Constitución, aprobada hace apenas semanas.
¿Por qué ahora? ¿Por qué ellos? ¿Y por qué siempre los mismos nombres con pasados tan… compartidos?
Los detalles son dignos de serie en Netflix: un exmagistrado con antecedentes políticos embarrados por cemento chino y favores judiciales, destituido por 39 votos legislativos en 2018. Un narco con imperio caribeño —bares, canchas, gimnasios, y hasta un equipo de fútbol— que emergió de la nada y fue condenado por traficar más de 300 kilos de cocaína en una caravana casi cinematográfica.
¿Cómo pasó Celso de juzgar delitos… a enfrentar uno de los más graves? ¿Fue la ambición? ¿Una venganza tejida entre pasillos oscuros? ¿O simplemente el precio de saber demasiado durante demasiado tiempo?
En los pasillos de tribunales, todos sabían que Gamboa era un hombre hábil, uno de esos que entienden los vacíos de la ley mejor que sus propios redactores. Pero quizás, en su afán de jugar el juego desde ambos lados del tablero, terminó apostando más de lo que podía cubrir.
Y lo de “Pecho de Rata” ya era una crónica narco anunciada. Su historial, documentado desde 2014, cuenta la historia de un ascenso económico inexplicable, negocios familiares bajo investigación y propiedades valoradas en más de ¢2.000 millones. Si alguien en el Caribe sur costarricense sabía cómo mover piezas, era él.
Lo que muchos no dicen —o fingen no saber— es que esta extradición tiene más implicaciones que solo dos fichas caídas. Revela fisuras profundas: un Poder Judicial que durante años encubrió, protegió o simplemente no quiso mirar más allá del expediente limpio. Un Estado que se vendía como ajeno al narco, pero cuyos engranajes han sido infiltrados por el mismo.
¿Qué hacemos cuando los guardianes de la justicia se convierten en sospechosos? ¿Cuánto narco puede digerir una democracia sin vomitar sus principios?
En su cuenta de X, el director del OIJ, Randall Zúñiga, escribió que “merecemos un mejor país”. Nadie lo discute. Pero esa frase ya no es un consuelo; es un reclamo. Porque si el país que merecemos sigue siendo manipulado por redes de poder que transitan del traje al grillete sin despeinarse, tal vez no merezcamos tanto.
O tal vez sí. Y lo que falta es mirar más allá del show mediático y preguntarnos:
¿A cuántos Celso y cuántos Pechos estamos aún aplaudiendo, votando o defendiendo sin saberlo?
Fuentes verificables:
La Nación – Exmagistrado Celso Gamboa y exconvicto Pecho de Rata serían los primeros ticos extraditados por narcotráfico
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