¿Vas a “vibear” tu trabajo? El apocalipsis del código ya no es ciencia ficción


«Ya no se escribe código, se vibra. Pero cuando la IA falla… ¿Quién limpia el desastre?»
13 de junio de 2025
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Por: X Mae

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Steve Yegge no está programando. Está mirando.

Sentado frente a cuatro terminales que chispean actividad en una pantalla 5K en Kirkland, Washington, observa cómo la inteligencia artificial escribe miles de líneas de código en su lugar. No mueve los dedos. No lo necesita. “Estoy quemando tokens”, dice con la tranquilidad de quien ya no compite en la misma liga que el resto. Porque él ya no programa. Él «vibea».

Lo que empezó como una pequeña ayuda para completar líneas de código se ha convertido en una fuerza desatada, capaz de armar aplicaciones completas con una simple instrucción de texto. El término vibe coding lo acuñó Andrej Karpathy, exdirector de IA en Tesla, y en menos de seis meses ha pasado de moda emergente a amenaza existencial. ¿Quién necesita saber programar si puedes decirle a una máquina lo que sueñas y verla hacerlo realidad?

El culto de la vibra

Cuando ChatGPT apareció en 2022, algunos vieron una curiosidad. Otros, como Yegge, vieron una profecía. Hoy, empresas como OpenAI, Anthropic y Google lanzan modelos cada vez más capaces de construir código, manipular archivos y hasta conectarse a servicios online. Lo llaman «agentes». Pero la verdad es más perturbadora: no son asistentes; son reemplazos.

En foros como X y Bluesky, las publicaciones sobre despidos de desarrolladores ya no sorprenden. Algunos CEOs, como Dario Amodei de Anthropic, predicen que en menos de un año el 90% del código lo escribirá IA. ¿Exageración? Tal vez. Pero, como dijo alguien una vez, cuando el futuro parece una distopía, quizás es porque ya empezó.

El código que vibra… y se rompe

No todos están convencidos. Ken Thompson, de Anaconda, no se anda con rodeos: “La naturaleza no determinista de la IA es demasiado peligrosa”. Puede crear maravillas, sí, pero también horrores. Código que simula funcionar, funciones que drenan tarjetas de crédito, estructuras llenas de errores imposibles de rastrear. Porque la IA, como un niño caprichoso, obedece… pero a su manera.

Y sin embargo, la generación joven abraza la revolución. Para ellos, vibe coding no es una amenaza: es una invitación a jugar con fuego. Construyen apps, juegos, sitios web en tardes de inspiración guiada por prompts. ¿El problema? Muchos no saben lo que están haciendo, y lo que construyen es, literalmente, inestable.

Programadores: ¿raza en extinción o especie en evolución?

Daniel Jackson, del MIT, lo dice claro: “En software serio, ‘funciona más o menos’ no es suficiente”. Porque cuando falla una línea, puede caerse todo un sistema. Y las IA, por ahora, no entienden consecuencias, ni anticipan efectos en cascada. No razonan; predicen.

Aun así, no todo es pesimismo. Algunos como Martin Casado, de Andreessen Horowitz, creen que esto no es un reemplazo, sino una abstracción más. Así como Python liberó a millones de programadores del sufrimiento de C, la IA podría liberar a más humanos para crear sin necesidad de saber tanto. ¿La consecuencia? Más personas creando más cosas… pero también, potencialmente, más basura digital.

¿Qué sigue?

Christine Yen, de Honeycomb, advierte que incluso en empresas que ya usan IA, la productividad solo sube un 50%. Porque los sistemas complejos necesitan criterio, juicio, visión. “Lo difícil no es escribir código. Es tomar decisiones”, dice.

Y aquí es donde está la línea divisoria. Las máquinas podrán construir. Pero, al menos por ahora, no saben por qué construyen lo que construyen.

Liad Elidan, de Milestone, da en el clavo: no es que falten programadores… sobran los mediocres.

Aprender a programar… ¿todavía importa?

Sí. Como importa saber leer en una era de audiolibros, o escribir en una era de dictado por voz. Porque entender cómo se construyen las herramientas es lo que te da poder sobre ellas. Lo que cambia no es el valor del conocimiento, sino la forma en que se aplica.

Gene Kim y Steve Yegge creen que la IA no eliminará a los desarrolladores, sino que los obligará a reinventarse. Modularizar, probar constantemente, aprender a conversar con la máquina sin dejar que lo haga todo. No es dejar de programar; es aprender a dirigir el código como si fuera una orquesta peligrosa.

Y quizá ese sea el nuevo arte: saber cuándo confiar, cuándo corregir… y cuándo apagar el sistema antes de que te arrastre con él.


Entonces, la pregunta es simple:

¿Estás programando tu futuro… o solo estás dejando que lo vibre otra persona por ti?


Fuentes consultadas: