¿Quién mató al funk? Spoiler: no fue la edad, fue la amnesia colectiva


Murió Sly Stone, pero su música sigue sonando en bocas que no saben a quién le deben el ritmo.
9 de junio de 2025
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Por: X Mae

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“Different strokes for different folks.”
Un eslogan para remeras en los 70. Un mantra para sobrevivir en tiempos sin algoritmo. Una declaración de guerra a la homogeneización musical. Lo dijo Sly Stone en “Everyday People”, y no lo dijo por decir.
Hoy, esa voz se apagó.
Pero, ¿alguna vez la escuchamos de verdad?

Sylvester Stewart murió a los 82 años en Nueva York. Tal vez lo leíste en un titular fugaz, justo antes de que TikTok te devolviera a la coreografía del momento. Tal vez ni siquiera sabías que seguía vivo. Y eso es parte del problema.

No estamos llorando solo la muerte de un hombre. Estamos enterrando —otra vez— a la revolución que dejó a medias.

Sly and the Family Stone no era una “banda mixta” porque quedaba bien en la foto. Era una bomba de tiempo racial, una herejía musical para el sistema. En plena década del plomo norteamericano —Vietnam, segregación, el asesinato de King— Sly apareció con un grupo que reunía hombres y mujeres, blancos y negros, todos al frente, todos chillando, todos familia. Y en vez de pedir permiso, se metieron al Top Ten como si les perteneciera.
Y, la verdad, les pertenecía.

Nadie gritó como Cynthia Robinson. Nadie bajó como Larry Graham. Nadie combinó doo-wop, psicodelia y funk como Sly lo hizo desde los teclados. El día que “Dance to the Music” rompió las radios, abril del 68, América estaba de luto y rabia. El reverendo King acababa de ser asesinado, y un tipo con un afro imposible se atrevía a hacer que la gente… bailara.
¿Blasfemia? ¿O acto de resistencia?

Sly no quería salvar al mundo. Quería que el mundo supiera que ya era demasiado tarde para fingir que no estaba roto. “There’s a Riot Goin’ On” no tenía título por capricho: era parte de una realidad que la música no podía esquivar. Mientras otros cantaban sobre el amor de verano, él escupía verdades incómodas.
Y lo pagó.

El éxito de Sly duró lo que dura la esperanza en una nación bipolar: apenas tres años dorados, del 68 al 71. Luego vinieron las giras caóticas, el aislamiento, la desconfianza, los abusos. Pero incluso en su colapso fue honesto: no se disfrazó de mártir. Se deshizo, como lo hizo su país, en cámara lenta.
Y, sin embargo, sigue sonando.

Porque aunque lo hayamos borrado de las playlists, Sly nunca se fue. Vive en cada riff de los Black Eyed Peas, en cada sampleo de Dr. Dre, en cada guiño de Prince. Miles Davis dijo que su “Bitches Brew” fue influenciado por él. Herbie Hancock le dedicó una canción. George Clinton lo consideraba un dios. ¿Y tú, lo conocías?

Quizás por eso Questlove —quien sí escucha cuando el pasado habla— publicó sus memorias el año pasado, bajo el título de otro himno: Thank You (Falettinme Be Mice Elf Agin). Traducción: gracias por dejarme ser yo mismo otra vez. El libro no es una biografía. Es un grito en papel. Una advertencia: si sigues ignorando la historia, no habrá funk que te salve.

En 2025, Questlove también dirigió un documental: Sly Lives! (aka The Burden of Black Genius). ¿Burden? Sí, carga. Porque ser negro, brillante, incómodo y adelantado no es una bendición. Es un castigo que se paga con el olvido.

Hoy, cuando muere Sly, no deberíamos llorar solo su cuerpo.
Deberíamos preguntarnos por qué su legado se volvió nota al pie.
¿Por qué seguimos imitando sin citar?
¿Celebramos al artista o nos quedamos con el disfraz?

No fue la EPOC lo que lo mató. Fue el silencio.
El nuestro.

Entonces dime, sinceramente:
¿A cuántos genios vivos estás ignorando hoy?


📎 Fuente:
Express News – Fallece Sly Stone, líder de Sly and the Family Stone