Cuba se desconecta del pueblo: cuando internet cuesta más que la dignidad


Un retrato descarnado del nuevo apartheid digital en Cuba, donde conectarse a internet se ha vuelto un lujo en dólares que separa, excluye y silencia.
4 de junio de 2025
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En Cuba, perder el acceso a la comida, a la electricidad, al jabón, al futuro… ya no sorprende. Lo que ahora indigna, quiebra y enciende la rabia contenida es algo más invisible: quedarse sin conexión. Literalmente. No como metáfora. Porque desde el 30 de mayo, para tener internet en la isla hay que hablar en dólares. Y como la mayoría solo tiene pesos cubanos —esa moneda que ya ni en Cuba vale—, el acceso a la red se ha vuelto un privilegio. Una grieta brutal entre quienes pueden pagar 3.360 pesos por 3 gigas y quienes deben decidir entre navegar o comer. La conexión se volvió otro campo minado, otra frontera. Otro “no puedes pasar”.

¿El culpable? No es el embargo esta vez. Ni el “bloqueo imperialista”. Es ETECSA, ese monopolio estatal que te cobra por respirar bytes, y que ahora decide que el pueblo debe pagar su crisis en moneda extranjera. Lo llaman “medidas comerciales”. Pero ya muchos lo han dicho con más claridad: esto es un apartheid digital.

La noticia estalló en viernes. Como suelen hacer las malas decisiones, que llegan justo cuando el cansancio no deja margen para el escándalo. El anuncio, seco y técnico, decía que los planes en pesos cubanos estarían limitados a 360 CUP al mes —menos de un dólar—, y que todo lo demás debía pagarse en USD. Es decir: o tienes dólares, o no tienes internet.

Y claro, eso suena simple hasta que piensas en la vida cotidiana:
¿Con qué se comunica la madre de un preso político?
¿Dónde se informa el estudiante que no confía en el noticiero?
¿Cómo se distrae el niño cuando no hay corriente y tampoco hay juguetes?
¿Dónde denuncia la mujer que no encuentra medicamentos para su padre?
¿Quién escucha al joven que quiere quedarse, pero no sabe cómo?

Porque internet, para el cubano, no es lujo ni entretenimiento. Es ventana, oxígeno, consuelo, escape.
Es saber que hay un mundo allá afuera… y que aún puedes contárselo a alguien.

Pero ahora, para eso, hay que trabajar más de un mes por tres gigas.
Tres. Gigas.


¿Quién gana con esto?
El Gobierno. O eso cree. Porque en su carrera desesperada por captar dólares ha convertido cada necesidad básica en una trampa.
Antes fue la comida. Luego los electrodomésticos. Después la gasolina.
Ahora, la información.

Y no solo la restringe: la cobra en la divisa de su peor enemigo, mientras repite el discurso de resistencia.
Hay algo casi irónico —¿o cínico?— en que la soberanía se defienda exigiendo dólares estadounidenses para conectarte con el mundo.

Pero la estafa no termina ahí.
Porque no son los cubanos dentro de la isla quienes pagarán estos precios imposibles.
Serán sus familiares en el exilio.
Los que ya mandan paquetes, medicinas, dinero, generadores.
Los que huyeron y aún así se sienten responsables.
Los que ahora son tratados como cajeros automáticos con culpa.

Saily González, emprendedora exiliada en Washington, lo dice sin filtros: “Nos expulsaron de al lado de nuestras familias para luego exigirnos que les demos nuestros dólares. Nos exprimen emocionalmente”.


Y en el fondo, lo que arde no es solo la tarifa.
Es el desprecio.
La certeza de que el pueblo no importa.
Que si el sistema colapsa, no se ajusta el sistema: se aprieta al pueblo.

Por eso, hasta instituciones estatales han levantado la voz.
La FEU, universidades, artistas, médicos.
Porque esta vez la línea no divide entre revolucionarios y gusanos.
Divide entre quienes tienen acceso y quienes no.
Entre quienes pueden decir “estoy conectado”… y quienes vuelven a la oscuridad literal y digital.


La Habana ha intentado disfrazar la medida de necesidad técnica.
Que si el mantenimiento de la infraestructura.
Que si la ciberseguridad.
Que si el desarrollo del país.
Pero nadie se lo traga.
Porque lo que hay detrás es lo mismo de siempre: una economía en ruinas y un modelo disfuncional que sobrevive ordeñando al que se fue, ignorando al que se quedó, y culpando a todos menos a sí mismo.

¿Hasta cuándo?


Algunos han empezado a desconectarse por decisión.
Otros lo harán por obligación.
Y mientras tanto, el Gobierno cubano insiste en recaudar dólares vendiendo silencio.

Porque eso es lo que significa cortar internet: callar voces, aislar cuerpos, aplastar la dignidad.

Y tú, desde donde estás leyendo esto, ¿cuánto pagarías por seguir conectado?
¿Y cuántos pagarían el precio de tu desconexión?


Fuentes consultadas:
“El Gobierno de Cuba dolariza internet: ‘Esta medida es un verdadero apartheid digital’” — El País, 3 de junio de 2025.
👉 https://elpais.com/america/2025-06-03/el-gobierno-de-cuba-dolariza-internet-esta-medida-es-un-verdadero-apartheid-digital.html


¿Crees que la desconexión puede ser una forma de represión moderna?
Cuéntamelo en los comentarios.

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