Del sexo a la fama (y de regreso): ¿Estamos todos vendiendo algo en línea?


Del porno al “branding”: Tim Stokely vuelve con Subs, una nueva plataforma que promete libertad, ingresos sostenibles y autenticidad en un mundo digital saturado. ¿Será el salvavidas de los creadores… o solo otra ilusión más del capitalismo de la atención?
30 de mayo de 2025
 / 
Por: X Mae

Image
 / 

Una ilustración digital de estilo pop-art contemporáneo. En el centro, un personaje inspirado en Tim Stokely, vestido como un CEO moderno (traje caro, pero sin corbata), con una sonrisa confiada. Está montado sobre una montaña de teléfonos móviles encendidos que muestran las apps de OnlyFans, Instagram, Patreon, TikTok y Subs.


“No quiero elegir entre los Juegos Olímpicos y OnlyFans.” La frase parece un chiste de internet, pero es real. La dijo Kurts Adams Rozentals, un joven británico que soñaba con representar a su país remando en la élite del deporte… hasta que sus fotos “edgy” para atraer suscriptores lo bajaron del bote olímpico. Paddle UK, el organismo que lo financiaba con apenas £16,000 anuales, lo suspendió tras “acusaciones”. Él sospecha que la acusación es simple: monetizar su cuerpo en OnlyFans para sobrevivir.

Así de directo. Así de crudo. Así de 2025.

Y mientras Rozentals lucha por no hundirse entre el deber moral y la necesidad económica, otro nombre reaparece, con una sonrisa y un nuevo logo: Tim Stokely, el arquitecto silencioso del cambio más radical en la economía del deseo digital.

Cuando renunció como CEO de OnlyFans en 2021, ya había vendido la plataforma al programador multimillonario Leo Radvinsky. Pero en vez de jubilarse en una isla privada, Stokely se dedicó a escuchar a su vieja clientela: los creadores. Le dijeron que OnlyFans se había vuelto… limitado. Que los algoritmos de otras plataformas los tenían atados. Que querían más que sexo y selfies: querían marca, propiedad, poder.

Así nació Subs.

Suena como “OnlyFans 2.0” pero vestido de LinkedIn con esteroides. Un poco de Instagram, un poco de Patreon, un poco de Cameo, un poco de todo. Video largo tipo YouTube, feed visual tipo TikTok, y funciones de pago por contenido, videollamadas y monetización cruzada. Pero, claro, «esto no es lo mismo», dice Stokely. “Esto es libertad. Visibilidad. Crecimiento real.”

Y aquí es donde uno debe preguntarse:
¿De verdad necesitamos otra plataforma que prometa lo mismo pero con otro filtro?
Porque a pesar de que Subs lanza palabras como “ecosistema equilibrado” y “IA ética” con la precisión de un speech de Silicon Valley, lo que ofrece no es tan revolucionario como parece. A lo sumo, es una curaduría estilizada de lo que ya existe en un mercado saturado de fans y fakes.

Pero Stokely no es un improvisado. Ya lo había intentado antes de OnlyFans con Customs4U y GlamWorship. Cuando el mundo se encerró por la pandemia, él convirtió el sexo en una microempresa digital. Y funcionó. El trabajo sexual, antes marginal, se turboalimentó y se volvió mainstream. La soledad se volvió rentable. El like se convirtió en moneda. Y el deseo, en contenido premium.

Ahora que la burbuja de los influencers parece haber alcanzado su punto máximo —con 57% de Gen Z queriendo ser uno, y más de 50 millones de creadores compitiendo por atención— Subs aparece como una promesa de “sostenibilidad”, no de fama fugaz.

¿Será verdad?

Es difícil saberlo. Por un lado, hay innovaciones útiles: funciones de colaboración con reparto de ingresos, sugerencias potenciadas por IA, y promesas de que el creador reciba el 80% de lo que genera. Por otro, todo eso suena demasiado familiar. TikTok, Instagram, Patreon, Substack, incluso Fansly o Fanvue, ofrecen versiones similares. ¿Es Subs la salvación o solo otro eslabón en esta cadena interminable de monetizar nuestra atención?

La ironía es aplastante:
Stokely ayudó a construir el imperio que ahora trata de reformar.
Y los atletas como Rozentals, los artistas como Kate Nash o los millones de creadores atrapados entre la necesidad de ingresos y la mirada pública, son el rostro humano de esta paradoja.

Porque, al final del día, esta no es solo una historia sobre una app nueva. Es una historia sobre quién tiene el control. Sobre cómo monetizamos nuestras pasiones, nuestras intimidades y hasta nuestros sueños. Sobre qué estamos dispuestos a mostrar, y qué nos obligan a vender.

Entonces, cuando un joven deportista tiene que decidir entre competir por su país o subir fotos subidas de tono para pagar el alquiler, no deberíamos preguntarnos si es moralmente correcto.

Deberíamos preguntarnos:
¿Quién diseñó un sistema donde esa es la única opción viable?


Fuentes verificables:


¿Tú qué opinas?
¿Estamos realmente en control de nuestra economía digital o solo participamos en un mercado donde todo —incluso nuestros cuerpos y sueños— está a la venta?

¡Te gustó lo que leíste? 🎉 ¡Suscríbete a nuestro newsletter y recibe lo mejor de lalalatv directo en tu bandeja! Sé el primero en enterarte de lo más nuevo y emocionante. ¡Es fácil y gratis! 😎📬
×

Suscríbete a nuestro boletín.