¿En qué momento dejamos de sorprendernos? Un gato blanco con manchas negras, envuelto en cinta adhesiva, trepando el muro de una cárcel en Costa Rica, cargando 235 gramos de marihuana y 67 de crack como si se tratara de su almuerzo. No es el inicio de una película surrealista. Es el Caribe costarricense. Es Pococí. Es 2025.

La escena podría provocar risa si no fuese el espejo agrietado de un sistema que, por lo visto, ya no distingue entre presas humanas y animales no humanos. En esta ocasión, el mensajero de la desesperación y la creatividad criminal fue un felino. Pero no es el primero, y mucho menos será el último.

¿Quién está detrás del gato? Buena pregunta. Nadie lo sabe. O, mejor dicho, nadie lo dice. El Ministerio de Justicia celebró la “rápida actuación” de la Policía Penitenciaria y publicó un video que se viralizó en redes: un guardia trepado como Spiderman, capturando al minino como si se tratara de una bomba con patas. La imagen es clara: un Estado que corre detrás del delito… y a veces, ni siquiera lo alcanza.

Pero esto no es nuevo. En 2018, otro gato —esta vez en Alajuela— llevaba colgado al cuello un morral con cannabis y celulares. ¿Coincidencia? Difícil. En 2021, dos más fueron detenidos: uno en el CAI Jorge Arturo Montero y otro en Limón. Ambos, mulas peludas del narco. Lo que antes parecía insólito hoy es estadística: al menos siete intentos documentados desde 2015 usando no solo gatos, sino palomas y perros para introducir droga a los penales. Como si se tratara de una fauna organizada.

Y aún así, el sistema carcelario parece tener la capacidad de asombro oxidada. ¿Cómo es posible que, en plena era de vigilancia digital, las cárceles sigan sin poder controlar sus perímetros? Las autoridades repiten el mantra de siempre: “falta de recursos”, “falta de personal”, “métodos creativos del crimen”. Pero nunca “falta de voluntad política”. Eso, jamás.

Lo verdaderamente perturbador no es que un gato lleve droga a una cárcel. Es que el Estado actúe sorprendido. Como si el tráfico de estupefacientes fuera una tormenta que llega sin aviso, y no una filtración permanente que todos conocen y pocos enfrentan.

Y si el gato no es culpable —porque, claro, no lo es—, ¿quién responde? ¿Quién lo adiestró? ¿Quién lo soltó? ¿Quién lo esperaba adentro? Silencio. Porque señalar a un humano sería iniciar una investigación. Y eso implicaría recursos, voluntad y consecuencias.

Por ahora, el animal está a salvo. Se desconoce si será entregado a una entidad de protección animal o si quedará en algún limbo burocrático como tantos otros casos. A fin de cuentas, es más fácil rescatar un gato que rescatar la dignidad de un sistema penitenciario colapsado.

Mientras tanto, las redes sociales hacen lo suyo: memes, chistes, hashtags. #NarcoGato. Y todos reímos, claro. Es más cómodo que mirar de frente la podredumbre estructural. Es más fácil burlarse del gato que preguntar quién sigue ingresando droga, cómo lo hace, y por qué lo sigue logrando. Porque si los animales son la cortina, ¿qué se está ocultando detrás?

Entonces, dime:
¿el problema es el gato… o lo que hemos normalizado como país?

Fuentes verificadas:

• CB24 (2025). Gato con drogas es atrapado al intentar ingresar a cárcel en Costa Rica.
  https://cb24.tv/2025/05/21/gato-con-drogas-es-atrapado-al-intentar-ingresar-a-carcel-en-costa-rica
• Infobae (2025). Gato llevaba droga pegada al cuerpo antes de entrar a cárcel de Costa Rica; autoridades lo rescatan.
  https://www.infobae.com/mascotas/2025/05/17/gato-llevaba-droga-pegada-al-cuerpo-antes-de-entrar-a-carcel-de-costa-rica-autoridades-lo-rescatan
• CNN en Español (2015). Policía de Costa Rica captura a una narcopaloma.
  https://cnnespanol.cnn.com/2015/08/12/policia-de-costa-rica-captura-a-una-narcopaloma

Nota: Este contenido fue elaborado con la asistencia de inteligencia artificial (ChatGPT), bajo supervisión humana para garantizar la calidad informativa y narrativa.