
En el fondo, todos buscamos lo mismo: conexión. Pero si se lo preguntas a cualquier joven que esté deslizando perfiles en una app de citas, probablemente niegue con la cabeza y diga: “Nah, solo estoy viendo qué hay.” Porque admitir que quieres amor, compañía o incluso un buen abrazo sin emojis irónicos es, en pleno 2025, la versión digital de llorar en público: simplemente inaceptable.
Giovanni Wolfram, de 25 años y residente en Santa Fe, lo deja claro: ser feo no es el problema; ser “cringe” sí lo es. Desde los 18 años, se ha dedicado con devoción casi científica a curar su perfil en Hinge para eliminar cualquier rastro de sinceridad. Las respuestas irónicas, el sarcasmo programado, los filtros contra la ternura… Todo forma parte del escudo que muchos de su generación han construido para protegerse de una amenaza peor que el rechazo: el ridículo.
¿Quién decidió que mostrarse auténtico es un pecado social? La respuesta corta: todos. O, al menos, todos los que crecieron con la certeza de que cualquier paso en falso podía volverse meme. “Ser emocionalmente herido solo es posible si alguna vez te mostré quién soy”, dice la psicóloga Jordan Meisel, que trabaja con jóvenes universitarios y veinteañeros en Nueva York. Su diagnóstico es claro: el miedo a parecer ridículos está matando nuestra capacidad de vincularnos.
Y así, las apps de citas se han convertido en una jungla de perfiles semi-sarcásticos, donde la autenticidad es tratada como una infección. Si dices que te gustan las “mañanas tranquilas con café y un porro”, como un posible match de Giovanni, mejor olvídalo. Demasiado real. Demasiado humano. Demasiado tú.
Pero esta epidemia del cringe no solo afecta a los perfiles ajenos. También infecta la forma en la que los usuarios se juzgan a sí mismos. Lila, de 25 años, admite sentirse atraída por chicos nerds en la vida real, pero en las apps, esos mismos rasgos la hacen pasar al siguiente perfil. Will, de 26, evita a toda costa parecer demasiado serio, aunque eso implique sabotear su posibilidad de encontrar algo real. Y Anabelle, desde Brooklyn, describe como “vergonzoso” a quien escribe que busca una relación seria. Porque, claro, eso suena a estar desesperado por amor. Qué asco, ¿no?
Esta lógica retorcida —donde mostrarse interesado es “poco cool” y decir lo que quieres es una red flag— tiene consecuencias reales. Meisel lo ve a diario: jóvenes que llegan a terapia sintiéndose desconectados, ansiosos, solos. Pero no logran identificar que su escudo anti-cringe es también su jaula.
Y aquí viene la ironía final: muchos de quienes se burlan de los perfiles sinceros acaban en relaciones duraderas… con personas que se atrevieron a ser sinceras desde el principio. Sí, el cringe puede ser el nuevo “te amo” disfrazado de sarcasmo. Pero mientras tanto, Gen Z sigue atrapada en este loop emocional donde nadie quiere decir “quiero que me quieras” porque suena cursi.
¿Y si todo esto fuera solo miedo? ¿Miedo a que alguien vea lo que realmente queremos y no nos lo dé? ¿Miedo a que amar, hoy, se haya vuelto tan raro como confesar que usas la app en serio?
Tal vez sea hora de redefinir lo que significa ser “cringe”. Tal vez mostrarte sin filtros, sin ironía, sin miedo… sea lo más revolucionario —y atractivo— que puedas hacer hoy.
¿Y tú? ¿Cuántas capas de sarcasmo usas antes de mostrarte como realmente eres?
Fuentes:
- Artículo original: “The Biggest Dating App Faux Pas for Gen Z? Being Cringe” – WIRED. https://www.wired.com/story/biggest-dating-app-faux-pas-for-gen-z-being-cringe/
- Entrevistas citadas y testimonios incluidos en el reportaje original de Yasemin Saplakoglu para WIRED.
- Imagen destacada: Dall-E
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