¿Una «bola de boliche» soviética cayendo del cielo? Despierta, el pasado espacial llama a tu puerta (y podría golpearte)


Se insiste en que el riesgo es «extremadamente bajo» de que este fragmento espacial toque tierra y cause un impacto. No obstante, la física es implacable: un objeto de esa masa debe detener su caída en algún lugar.
6 de mayo de 2025
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Por: X Mae

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Réplica de la nave espacial soviética Kosmos 482. Imagen cortesía de Wikimedia (CC BY-SA 3.0).


¿Quién dijo que la Guerra Fría había terminado? Medio siglo después, un fantasma de aquella contienda tecnológica, la sonda soviética Kosmos 482, decide que es hora de volver a casa. O más bien, de caer sin invitación a nuestro planeta. Flotando sin rumbo fijo desde aquel lejano 1972, cuando la carrera espacial era un pulso entre superpotencias y Venus el destino soñado, un fragmento de esta reliquia espacial se precipita hacia nosotros. ¿Cuándo? Los astrónomos apuntan al 10 de mayo, pero en el espacio, como en la vida, las fechas son solo una sugerencia.

¿Qué es exactamente lo que se acerca? Imaginen un proyectil de casi 500 kilos, diseñado para resistir la infernal atmósfera venusiana, ahora danzando en su caída libre hacia la Tierra. Lanzada como parte del programa Venera, Kosmos 482 nunca alcanzó su objetivo. Un fallo en el motor la dejó varada, desmembrándose en la órbita terrestre. Dos de sus partes se desintegraron rápidamente, pero otras dos, presumiblemente el módulo de aterrizaje y la etapa superior del cohete, persistieron. Y una de ellas, señoras y señores, está a punto de reingresar.

¿Dónde podría caer este visitante inesperado? La franja de incertidumbre es tan vasta como preocupante: entre los paralelos 52 norte y 52 sur. Eso abarca continentes enteros: África, Sudamérica, Australia, gran parte de Estados Unidos, Europa y Asia. Marco Langbroek, experto en satélites de la Universidad de Delft, lo resume con una escalofriante sencillez: «Esa zona abarca casi toda la población mundial».

¿Por qué deberíamos preocuparnos? Marlon Sorge, experto en desechos espaciales de la Aerospace Corporation, lo plantea así: aunque las probabilidades de causar daños mortales son bajas (1 entre 25,000), no son nulas. Y este no es un trozo de papel espacial. «Es bastante denso», advierte Sorge, comparándolo con una «bola de boliche». Incluso si alguna vez tuvo un paracaídas, décadas en el vacío espacial hacen que su despliegue sea una quimera.

¿Cómo debemos reaccionar si nos encontramos con este rezagado cósmico? La respuesta es tan clara como inquietante: ¡no lo toquen! Podría contener restos de combustible peligroso u otros contaminantes. «Pónganse en contacto con las autoridades», insiste Sorge. La curiosidad, en este caso, podría ser letal.

¿Cuál es la reflexión final que nos deja este inesperado retorno? Que la basura espacial no es una película de ciencia ficción, sino una realidad tangible que orbita sobre nuestras cabezas. Objetos olvidados, vestigios de ambiciones pasadas, ahora convertidos en potenciales peligros. Nos recuerda nuestra huella imborrable, incluso más allá de la atmósfera. Y plantea una pregunta incómoda: ¿estamos gestionando responsablemente nuestro legado en el cosmos, o estamos sembrando una lluvia de escombros para las futuras generaciones?

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Ahora te toca a ti: ¿Qué otras «sorpresas» cósmicas crees que podrían aguardarnos en el futuro, flotando silenciosamente hasta su eventual reentrada? Comparte tus ideas en los comentarios.

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