
¿Te diste cuenta? Fue un clic, una notificación, un mail automatizado que no leíste. Así mueren las cartas: en silencio. Dinamarca acaba de firmar su acta de defunción. No es una metáfora. El país más digitalizado de Europa —ese donde las llaves, la billetera y la identidad viven en una app— ha decidido dejar de repartir cartas. Para siempre.
A partir de diciembre de 2025, PostNord, el servicio postal estatal, dejará de entregar correspondencia. Punto. Adiós a 400 años de historia. Una lápida con código QR y un último sello de correos que, si compraste entre 2023 y 2024, aún puedes devolver en 2026. Generoso final.
La razón oficial: un descenso del 90% en el volumen de cartas desde el año 2000. Pero ¿quién mide el valor de una carta por su volumen?

El cartero no llama dos veces. Ya ni una.
Los 1.500 buzones rojos que adornaban las calles danesas empezarán a desaparecer en junio. Los trabajadores también. Al menos 1.500 de ellos perderán su empleo, según PostNord. Anders Raun Mikkelsen, uno de esos rostros que nadie verá en las noticias, lo resumió así para la cadena DR: “Es un día muy triste. No solo para nuestro departamento. Para todos”.
No es sólo una historia danesa. En Alemania, Deutsche Post anunció el despido de 8.000 personas, maquillado como una “decisión socialmente responsable”. ¿De verdad es responsable eliminar lo que alguna vez fue un derecho universal?
¿Quién pierde cuando se apaga el buzón?
La respuesta no cabe en un PDF. Porque aunque el 95% de los daneses usan el servicio digital de correo, hay 271.000 personas que aún dependen de las cartas físicas. Gente mayor, habitantes de zonas remotas, quienes reciben por escrito desde diagnósticos médicos hasta citas de vacunación.
Marlene Rishoj Cordes, de la organización DaneAge, lo explicó claro en TV2: “Hay muchas personas que necesitan que las cartas lleguen regularmente”. ¿Y ahora qué? ¿Deberán descargar su próxima operación en formato ZIP?
El ministro de Transporte, Thomas Danielsen, tranquilizó a la población diciendo que el mercado está abierto a privados. ¿Pero a qué precio? Hoy, enviar una carta cuesta 29 coronas danesas (más de 4 dólares). ¿Quién escribirá una carta de amor por ese precio?
¿Cómo se privatiza un lazo humano?
En 2024, una nueva ley postal abrió la competencia en Dinamarca. El correo ya no está exento del IVA. La rentabilidad se volvió una sentencia. PostNord, mitad sueco, mitad danés, prefirió enfocarse en paquetería. Porque los paquetes dan ganancias. Las cartas no.
Pero ¿acaso todo lo que no es rentable merece desaparecer?
En el siglo del scroll infinito, de los mensajes que se autodestruyen y las emociones que se archivan en la nube, Dinamarca nos está dando un espejo: un país que eligió el silencio administrativo. Donde un derecho público se convirtió en costo privado. Y nosotros, usuarios agradecidos de la inmediatez, ni siquiera pestañeamos.
¿Y si el último sobre no era una carta, sino un síntoma?
La desaparición de las cartas no es nostalgia. Es advertencia. Cuando el papel desaparece, también lo hace la memoria tangible. Se van los aromas de tinta, las huellas dactilares, los sobres arrugados que sobrevivieron al tiempo. Desaparece el esfuerzo. El gesto. El «te escribo porque me importas».
No es que no tengamos cómo comunicarnos. Es que olvidamos por qué lo hacíamos.
¿Y tú? ¿Cuándo fue la última vez que escribiste algo que no podías borrar con un clic?
Fuentes verificables:
📎 BBC News: Denmark says goodbye to letters
📎 DW Video Report: Denmark’s letter delivery ends
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