
Un minuto.
Eso es todo lo que necesitó Microsoft para lanzarte una granada al pensamiento crítico… y que no escucharas la explosión.
Corría enero de 2025 cuando un video promocional de la Surface Pro y Surface Laptop apareció en YouTube. Un anuncio limpio, moderno, lleno de escenarios bien compuestos, personas trabajando desde arriba como si un dron supiera más de productividad que nosotros. Fue compartido, comentado con emojis de aplausos y olvidado en medio de un mar de contenidos. Hasta que, tres meses después, Microsoft se atrevió a hacer la verdadera revelación: Casi todo había sido generado por inteligencia artificial.
Y nadie lo notó.
No tú, ni yo, ni los 50.000 espectadores que lo vieron en ese trimestre. Ni siquiera los que presumen saber identificar los dedos mutantes o las sombras raras que delatan a Midjourney y compañía. La verdad es que esta vez, los errores estaban tan bien maquillados, tan cuidadosamente editados entre transiciones veloces y planos estáticos, que pasaron como si fueran parte del lenguaje audiovisual de siempre.
La pregunta no es qué se hizo. La pregunta incómoda es cómo nos lo tragamos sin pestañear.
La historia detrás del anuncio la cuentan Brian Townsend y Cisco McCarthy, dos veteranos del diseño visual en Microsoft, quienes enfrentaban una situación que conocemos bien los que trabajamos con plazos ridículos: Poco presupuesto, menos tiempo y un cliente que lo quiere “para ayer”.
En vez de entrar en pánico, entraron en Hailuo, Kling y un ejército de herramientas de IA. Donde antes se necesitaban sets, cámaras, permisos, actores y catering, ahora bastaba un buen prompt. O mejor dicho, mil prompts. Porque esto no fue magia. Fue persistencia. Iteración. Un baile entre el ojo humano y la red neuronal. Como esculpir con un martillo invisible.
“Si no sale hoy, espera una semana”, dijo McCarthy, como si hablara del clima. Porque eso también ha cambiado: La tecnología evoluciona más rápido que nuestra capacidad de cuestionarla.
Pero volvamos al elefante en la habitación: ¿Por qué nadie se dio cuenta?
Quizás porque no queríamos. Porque lo “real” ya no se define por la cámara, sino por el contexto. Porque cuando algo cumple con las convenciones estéticas y emocionales de la narrativa publicitaria, nos relajamos. No escaneamos en busca de fallos. Nos dejamos llevar. Confiamos.
Y ahí está el verdadero truco.
No es que la IA haya perfeccionado el arte. Es que nosotros hemos bajado la guardia.
Microsoft lo dice sin tapujos: La IA les ahorró hasta un 90% de tiempo y costos. Les permitió imaginar más escenarios, sin tener que moverse de la silla. ¿La ética? No fue el tema central. Lo importante era entregar algo atractivo, funcional, sin manos de goma ni ojos cruzados. Lo lograron.
Y tú, espectador moderno, tragaste. Como tragamos todos cuando algo se ve “profesional”. Como cuando en 1878 Muybridge demostró, con una secuencia de fotos, que un caballo sí levanta las cuatro patas al galopar. Fue el nacimiento del cine. Hoy, es el renacimiento del engaño.
Entonces, dime…
¿Estamos presenciando una revolución creativa o simplemente hemos dejado de ver?
Comenta abajo. Si te atreves.
Fuentes confiables que probablemente tampoco viste:
- Microsoft Design: We Made an Ad with Generative AI
- Petapixel: Microsoft Released an AI-Generated Ad and People Didn’t Realize
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