Fue a las 10:35 a.m. del lunes pasado cuando seis mujeres despegaron hacia el espacio a bordo de una nave de Blue Origin. Once minutos después, ya eran historia… al menos, según los titulares. Una hazaña “femenina”, “inspiradora”, “revolucionaria”, decían los noticieros entre aplausos, filtros rosas y emojis de astronautas. Pero mientras las cámaras celebraban, Emily Ratajkowski se detuvo en seco y disparó una pregunta incómoda, casi ofensiva para quienes aman los fuegos artificiales del progreso: ¿Esto es en serio? ¿Esto es por la Madre Tierra?

Con 33 años y una plataforma digital que no necesita combustible para alcanzar millones, la modelo y actriz arremetió sin anestesia contra lo que llamó “una locura apocalíptica”. Lo hizo desde TikTok, esa misma red social que muchos desprecian hasta que se convierte en noticiero global. “Esto ya supera la parodia”, dijo, desnudando la contradicción de un vuelo que se vende como feminista y sostenible mientras deja una estela de carbono del tamaño de un complejo petroquímico.

¿Quiénes fueron esas seis elegidas para flotar y posar sobre la curvatura azul del planeta? Lauren Sánchez, pareja de Jeff Bezos y directora autodesignada del evento cósmico; Katy Perry, quien bajó del cohete besando la Tierra como si volviera del Apocalipsis; la periodista Gayle King; la científica Aisha Bowe; la activista Amanda Nguyen; y la productora Kerianne Flynn. Un casting cuidadosamente curado, con uniformes personalizados y cámaras en cada ángulo.

Emily no fue la única que se atragantó con la narrativa. Olivia Wilde, actriz y directora, no se contuvo: “Un billón de dólares compró unos buenos memes”, escribió con sarcasmo en Instagram. Y Olivia Munn, siempre lúcida entre risas y sarcasmo, lo dijo claro: “Hay mucha gente que ni siquiera puede pagar huevos”. Pero estas voces, aunque ruidosas, no alcanzan a silenciar el estruendo mediático del “empoderamiento espacial”.

Ahora bien, detengámonos aquí. ¿Cuánto cuesta enviar a seis celebridades a orbitar la atmósfera durante once minutos? ¿Cuánta energía se necesita para que floten mientras miran el mundo que estamos destruyendo desde arriba? ¿Y cuánta hipocresía cabe en una cápsula de lujo? Emily lo planteó como una alerta: Si de verdad amamos este planeta, ¿por qué romantizamos a empresas que lo saquean para financiar excursiones VIP?

Pero claro, el cohete también llevó algo más que cuerpos al espacio: Llevó una narrativa. La de “mujeres haciendo historia”, la de “ellas también pueden”, la de “romper el techo de cristal… literal”. Solo que ese cristal —como bien notó Kai-Uwe Schrogl de la Agencia Espacial Europea— no era el del patriarcado, sino el de un espectáculo diseñado para entretener y vender inspiración en cápsulas comprimidas. Porque como él mismo dijo: “Un famoso no es un enviado de la humanidad, va al espacio por sus propias razones”.

¿Y si esa razón no fuera la ciencia, sino el marketing? La científica Tanya Harrison lo resumió con una crudeza incómoda: “Las amas de casa reales van a Marte”. Porque sí, aunque muchas niñas puedan sentirse emocionadas, no deja de ser cierto que estamos glamurizando lo que en el fondo es un capricho de élites.

Mientras tanto, aquí abajo, el mundo se derrite. Se incendia. Se llena de guerras, de migrantes desplazados, de hambre y de desigualdades. ¿Cómo puede ser este el momento para despegar por gusto? ¿Por qué seguimos celebrando las vitrinas en vez de mirar las grietas?

Emily Ratajkowski dijo estar asqueada. No porque odie el espacio. No porque quiera apagar los sueños. Sino porque algo no cuadra cuando te venden empoderamiento en traje azul mientras los verdaderos problemas siguen sin despegar.

¿Y tú qué opinas? ¿Estamos mirando las estrellas mientras la casa se quema, o es esta la nueva forma de apagar el incendio con likes?

📌 Fuentes y contexto adicional:
Infobae: Emily Ratajkowski arremetió contra el vuelo femenino de Blue Origin
Imagen: REUTERS/Blue Origin