
Hay algo profundamente irónico en vivir en una época donde hablar de placer dejó de ser tabú… justo cuando acceder a él se está volviendo un privilegio.
Si alguna vez invertiste con orgullo en un vibrador de diseño ergonómico, de esos que prometen más que tu ex, este post es para ti. Pero no en plan sexy—más bien como una alerta. Porque lo que está en juego no es solo un mercado, sino una filosofía: La del placer accesible, libre, diverso y sin culpa.
Y lo que amenaza esa libertad no viene de una iglesia, ni de un troll moralista en Twitter. No. Es una cosa mucho más fría y burocrática: Las tarifas de importación.
¿Te suena sexy un 145% de impuesto? A mí tampoco.
¿Quién se está metiendo con tus juguetes?
Todo comenzó con una política comercial diseñada supuestamente para «proteger» la economía estadounidense. Pero cuando un dildo pasa a ser víctima colateral en una guerra de aranceles con China, uno se pregunta: ¿A quién se supone que están protegiendo?
Las marcas independientes como Dame, Unbound y Vibratex—fundadas por mujeres y enfocadas en el bienestar sexual real, no en fantasías de catálogo masculino—son las más afectadas. Estas empresas no tienen ejércitos de abogados ni acuerdos con lobbistas. Lo que tienen son cuerpos reales, clientes fieles y un propósito claro: Democratizar el placer.
Y sin embargo, desde el 9 de abril, sus productos entran bajo la etiqueta genérica de «massagers» o «productos adultos». Traducción: Aranceles completos, sin chistar.
¿Qué está pasando con tu vibrador favorito?
Polly Rodriguez, CEO de Unbound, lo explica mejor que nadie: “Un vibrador que antes costaba $30 ahora tiene un impuesto de $44. Solo el arancel cuesta más que el producto”. Hoy, las tarifas son el gasto más grande de su empresa, más que los sueldos o la fabricación.
Alex Fine, de Dame, fue aún más directa: “Un aumento del 125% en nuestros costos hubiera hecho que el año pasado cerráramos”. Y eso fue antes de que el impuesto subiera al 145%.
Así que, sí. Algunos ya están aplicando lo que llaman con amarga ironía un “Trump tariff surcharge” en cada pedido. $5 extra por cada orgasmo… si tienes suerte.
¿Cuándo se jodió todo?
La respuesta corta: Lentamente al principio, y de golpe después.
Aunque algunas marcas como Le Wand o b-Vibe lograron anticiparse y acumular inventario antes del alza, su margen de maniobra se reduce cada día. En este clima, cada contenedor que entra a EE. UU. es una ruleta rusa fiscal.
La pregunta no es si los precios subirán. Ya lo hicieron. La verdadera cuestión es cuándo dejarán de producirse los productos que más queremos.
Porque si la única alternativa son las marcas genéricas y baratas que ignoran la seguridad, la inclusión o el diseño centrado en la experiencia femenina… ya sabes lo que viene: Una involución disfrazada de ahorro.
¿Dónde se juega esta batalla?
En aduanas. En planillas de Excel. En oficinas donde nadie usa un succionador de clítoris pero decide cuánto debe costar.
Y sobre todo, en las mentes de quienes todavía creen que hablar de sexo es frívolo.
¿Y si el acceso al placer fuera tan esencial como el acceso a la salud mental? ¿Y si estas marcas no solo vendieran juguetes, sino soberanía corporal, educación emocional, libertad?
¿Por qué deberías importarte?
Porque el sexo no es un lujo.
Porque las empresas fundadas por mujeres no deberían pagar más por existir.
Porque el gobierno que exime aranceles a smartphones y televisores no debería castigar a quienes fabrican algo tan humano como un orgasmo.
Y porque cada vez que retrocedemos en derechos sexuales, el costo no se mide en dólares: Se mide en silencios.
¿Cómo llegamos a este punto?
Por una mezcla tóxica de burocracia, sexismo institucional y políticas económicas que no entienden ni respetan la industria del bienestar sexual. Y mientras tanto, las fundadoras de estas marcas hacen malabares: Absorben costos, reformulan presupuestos, hacen stock hasta que el almacén reviente. Todo para que tú no tengas que pagar $100 por algo que solía costar $49.
Pero esto no es sostenible. Y lo saben.
¿Cuál será el orgasmo más caro de tu vida?
Tal vez el próximo.
Tal vez ese que nunca llega porque decidiste no pagar la tarifa.
Tal vez el de una industria entera al borde del colapso.
Lo que es seguro es que no estamos hablando solo de juguetes. Estamos hablando de valores, de acceso, de justicia.
Y ahora te toca a ti:
¿Qué tan dispuesta estás a dejar que un impuesto decida cuánto vale tu placer?
Fuentes:
- WIRED. Your Favorite Sex Toy Brand Might Go Under. https://www.wired.com/story/your-favorite-sex-toy-brand-might-go-under/
- Declaraciones de Alex Fine, Polly Rodriguez y otras fundadoras del sector.
- Imagen destacada: https://www.flickr.com/photos/su1droot/2747456670
💬 ¿Tienes una marca favorita? ¿Ya notaste los cambios de precio? ¿Qué opinas del impacto económico en este tipo de industrias? Cuéntalo en los comentarios.
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