
El 26 de marzo, Mauricio Batalla Otárola, exministro del MOPT y exdirector del Conavi, anunció su salida de la vida política. No por estrategia electoral, no por cansancio, no por una decisión meditada, sino porque un secreto incómodo comenzaba a abrirse paso entre las grietas del sistema.
Batalla no dio muchas explicaciones. Apenas unas frases en sus redes sociales: se apartaba «por el tiempo que Dios considere necesario». Pero Dios no fue quien filtró un expediente judicial. No fue Dios quien destapó una acusación por abuso sexual. No fue Dios quien lo obligó a pagar ₡3 millones para evitar un juicio.
¿Qué sabía Batalla que nosotros no?
La denuncia en su contra se conoció públicamente solo después de que él saliera corriendo. La Fiscalía Adjunta de Género había formalizado la acusación en julio de 2023, pero meses después, la denunciante decidió no continuar. ¿Casualidad? ¿O el resultado de un «trato confidencial» que puso fin al proceso en noviembre de 2024?
La historia no es nueva. Hombres poderosos que negocian su salida del escándalo con cheques, mientras los reflectores se desvían. Una mujer que calla. Un sistema que prefiere olvidar.
Entre la impunidad y la ambición política
La renuncia de Batalla al MOPT el 31 de enero se interpretó como un paso calculado hacia una candidatura presidencial. Sus movimientos lo sugerían: una marcha en apoyo al gobierno, su imagen en vallas publicitarias del Partido Pueblo Soberano. Pero el pasado es un lastre que ni los aspirantes al poder pueden soltar fácilmente.
Las preguntas surgen solas: ¿Desde cuándo sabía Batalla que su caso podía salir a la luz? ¿Hubo presión para que abandonara su aspiración política? ¿Quién más estaba al tanto de este expediente y lo ocultó?
Un historial de arrogancia y escándalos
No es la primera vez que el nombre de Mauricio Batalla es sinónimo de controversia. En 2022, cuando ni siquiera era funcionario público, escribió en X (antes Twitter) que había conducido en estado de ebriedad y usado su celular al volante. “Irresponsable sí, hipócrita no”, fue su desafiante justificación.
¿Y qué pasó después? Nada. A pesar del escándalo, fue nombrado ministro. La indignación en redes no importó. Ni el mensaje que enviaba un gobierno al premiar la imprudencia.
La red que protege a los intocables
El caso Batalla no se trata solo de un hombre. Se trata de un sistema que protege a los suyos. Que filtra información sólo cuando le conviene. Que expone escándalos, pero nunca hasta el punto de provocar consecuencias reales. Un sistema donde la dimisión es una simple estrategia de supervivencia política.
Y mientras la polvareda baja, los actores del poder se reagrupan, se reubican, se reinventan. Porque en este país, el escándalo no destruye carreras. Solo las pone en pausa.
La pregunta es: ¿Hasta cuándo vamos a aceptar que este sea el ciclo eterno de la impunidad?
Autor: X Mae
Fuentes: Nacion.con & NCR
Fotografía: observador.cr
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