
Mariana se retuerce en su silla. El dolor la atraviesa como un puño de espinas retorciéndose en su abdomen. No es nuevo, lo ha sentido desde que tenía 13 años. Pero hoy no puede ceder. Está en su puesto de trabajo, obligada a fingir que todo está bien, que no siente como si su cuerpo la traicionara. Porque pedir un día de descanso por dismenorrea no es una opción. No en un país donde el dolor de las mujeres es un tema de debate, no de derechos.
El Congreso de Costa Rica es testigo de una batalla peculiar: un grupo de diputados del Partido Nueva República (PNR) ha decidido bloquear, con un centenar de mociones, el proyecto de ley que busca otorgar una licencia menstrual a mujeres y personas menstruantes con dolores incapacitantes. 129 formas de decir «tu dolor no importa». 129 excusas para prolongar la discusión hasta desgastarla. 129 maneras de disfrazar ideología con tecnicismos.
Fabricio Alvarado y su bancada han encontrado «sesgos ideológicos» en la iniciativa. No en los informes médicos que confirman que la dismenorrea afecta gravemente la calidad de vida de quienes la padecen. No en la evidencia de países como Japón, España y México, que ya han implementado medidas similares. No en los testimonios de miles de trabajadoras y estudiantes que deben elegir entre soportar el dolor o arriesgar su empleo y educación. No, el problema aquí es la frase «personas menstruantes».
Porque, al parecer, para los fabricistas es más urgente controlar las palabras que aliviar el sufrimiento.
El obstruccionismo legislativo se convierte en una herramienta de opresión. Bloquear con mociones innecesarias un proyecto que apenas tiene cuatro párrafos no es un acto de fiscalización responsable; es una declaración de guerra. «No queremos que este derecho exista», gritan entre líneas. «Tu dolor no nos interesa».
Mientras tanto, Mariana se muerde el labio. Las cámaras de seguridad en su oficina la vigilan. No puede demostrar debilidad. Respira hondo, espera que el ibuprofeno haga efecto y sigue tecleando. Quizás, en unos meses, cuando los diputados terminen su juego de dilatación, cuando las palabras «personas menstruantes» sean extirpadas del texto, cuando se negocie que la licencia sea solo para el sector privado o solo por medio día, Mariana podrá al fin dejar de fingir.
Pero hoy no. Hoy su dolor sigue siendo político.
Y los fabricistas siguen aterrados por una toalla sanitaria.
Autor: X Mae
Fuente: nacion.com
Imagen destacada: Dall-E
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