La tragedia invisible de la Amazonía peruana
Imagina un cofre repleto de oro. Brilla con una luz hipnótica, promete riqueza, poder. Ahora imagina que, para abrirlo, tienes que incendiar un bosque milenario, secar ríos, envenenar la tierra y liberar veneno al aire.
No lo harías, ¿verdad?
Pero eso es exactamente lo que está ocurriendo en la Amazonía peruana, sólo que la mayoría ni siquiera lo nota. Porque el tesoro que estamos destruyendo no brilla: es oscuro, denso, silencioso.
Son las turberas amazónicas, los humedales que llevan miles de años atrapando carbono y regulando el clima del planeta. Pero la fiebre del oro está acabando con ellas a una velocidad aterradora.

¿Cuánto cuesta el oro realmente?
Durante décadas, los mineros han arrancado oro de las entrañas de Madre de Dios, una región peruana donde la selva es densa y la pobreza, cruel. La minería ilegal ha devorado la selva y dejado cicatrices de barro y mercurio, pero hasta ahora nadie había medido el impacto real en las turberas.
Un estudio basado en 35 años de datos satelitales de la NASA acaba de encender las alarmas: en solo dos años, la minería destruyó más humedales que en las tres décadas anteriores juntas. Más de 550 hectáreas de turba desaparecieron, liberando hasta 0,7 millones de toneladas de carbono a la atmósfera.
Para ponerlo en perspectiva: estas turberas almacenan siete veces más carbono que los bosques de la región. Si seguimos a este ritmo, para 2027 la minería podría destruir más de 10.000 hectáreas, liberando el equivalente a las emisiones anuales de millones de coches.
El precio real del oro es el futuro del planeta.
El crimen perfecto
Nadie habla de las turberas porque no se ven. No son imponentes árboles ni ríos caudalosos. Son suelos oscuros, invisibles para el ojo desprevenido. Pero allí, bajo capas de hojas y raíces en descomposición, han atrapado carbono durante miles de años. Hasta que el ser humano decidió que un gramo de oro vale más que la estabilidad climática del mundo.
La minería en turberas representa el 9 % de toda la actividad minera en la Amazonía peruana, pero su crecimiento es explosivo. No solo destruye la vegetación y libera carbono; también altera el ciclo del agua, extingue especies y envenena el aire con mercurio.
Y lo peor: muchas de estas turberas aún no han sido estudiadas. Podrían desaparecer antes de que la ciencia siquiera tenga la oportunidad de entender su importancia.
¿Hasta cuándo miraremos hacia otro lado?
La fiebre del oro no es solo un problema de Madre de Dios. Es un espejo brutal de cómo funciona nuestra economía: saqueamos lo que no entendemos, destruimos lo que no valoramos y después nos sorprendemos cuando el planeta nos pasa la factura.
Si la minería de oro sigue avanzando sobre las turberas, el daño podría ser irreversible. ¿Y todo para qué? Para fabricar joyas, chips de teléfonos y lingotes que se acumulan en bóvedas bancarias. Para enriquecer a unos pocos mientras el mundo entero pierde.
No podemos darnos el lujo de ignorar lo invisible. No esta vez. No cuando el verdadero tesoro está bajo nuestros pies y lo estamos reduciendo a cenizas.
¿Seguiremos permitiendo que el oro brille más que el futuro? Esa es la pregunta que cada uno de nosotros debe responder.
Autor: X Mae
Fuente: DW
Imágenes: Dall-E & Nasa