16 Kilómetros en la Oscuridad: La guerra como espectáculo

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Imagina esto: un tubo de metal oxidado, un conducto de gas abandonado, 1.5 metros de ancho, apenas espacio para moverse. Ahora imagina a 100 soldados arrastrándose en la oscuridad, cuatro días de asfixia, sudor y muerte acechando en cada respiro. ¿El infierno? No, solo el último episodio de la guerra entre Rusia y Ucrania.

El 8 de marzo, el mundo entero volvió a comprobar que la guerra moderna no es un campo de batalla limpio con frentes definidos, sino un laberinto de estrategias desesperadas. Cien soldados rusos, pertenecientes a la compañía militar privada Veterans PMC, la unidad especial Akhmat y el 30º Regimiento de Fusileros Motorizados, se infiltraron en territorio ucraniano usando un gasoducto en desuso. Su destino: Sudzha, una ciudad clave tomada por Ucrania. Su realidad: 16 kilómetros de angustia bajo tierra.

Las imágenes del ataque pronto se hicieron virales. Soldados emergiendo de la tubería como fantasmas, envueltos en suciedad y desesperación. Algunos ni siquiera llegaron: la falta de oxígeno y el gas metano hicieron su trabajo.

Y mientras estos hombres reptaban en la penumbra, en Arabia Saudita, a miles de kilómetros de distancia, los líderes de Ucrania y EE.UU. firmaban un alto al fuego de 30 días. Washington reactiva la ayuda militar, los minerales empiezan a moverse, la presión recae sobre Moscú. Pero, en el terreno, la tregua es solo una ilusión. Ucrania responde con su mayor ataque de drones sobre la capital rusa. La guerra sigue, porque las guerras no se detienen por firmas ni reuniones. Siguen porque así está diseñado el sistema.

EL ESPECTÁCULO DE LA LOCURA

Desde 2022, Ucrania ha demostrado que no solo puede resistir, sino contraatacar. La captura de Sudzha en agosto de 2024 fue un golpe simbólico y logístico para Moscú. Ahora, Putin busca revertir la situación. La incursión a través del gasoducto, aunque audaz, también deja en evidencia el nivel de desesperación.

En el siglo XXI, con drones cazando soldados desde el cielo y satélites observando cada movimiento, Rusia apostó por una táctica que recuerda a la Primera Guerra Mundial. Atrás quedaron los misiles hipersónicos y las ciberoperaciones; ahora, la guerra es fango, claustrofobia y muerte invisible en un tubo de metal.

Mientras tanto, Ucrania también enfrenta su propia crisis. La presión en Kursk es insoportable: 50.000 soldados rusos, respaldados por tropas norcoreanas, buscan cerrar el cerco. Las armas escasean, los refuerzos llegan tarde y, aunque el apoyo estadounidense ha vuelto, ¿será suficiente? Washington sabe que cada día en el frente se paga en minería, comercio y geopolítica.

LA PREGUNTA QUE NADIE QUIERE HACER

La imagen de 100 soldados atravesando un gasoducto es poderosa, cinematográfica. Es el tipo de historia que Hollywood convertiría en un éxito de taquilla. Pero esta no es una película. Es la realidad de una guerra donde la estrategia ha sido reemplazada por el absurdo.

Rusia envía soldados a asfixiarse en un tubo. Ucrania defiende ciudades que quizá no pueda retener. Estados Unidos negocia pausas que no detienen las balas. Y el mundo observa, tuitea y cambia de canal.

Entonces, la pregunta incómoda: ¿cuánto más puede durar esto antes de que incluso la locura deje de tener sentido?

Autor: X Mae
Fuente: Xataka
Imagen destacada: Dall-E

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