Demasiado Pequeños Para Jugar, Pero No Para Scrollear

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Era una escena común en cualquier hogar. Sofía, de 9 años, sentada en el sofá, con los ojos fijos en la pantalla de un teléfono que no era suyo. No jugaba con juguetes, no miraba dibujos animados. Deslizaba el dedo con destreza por TikTok, riendo de videos que, en teoría, nunca debería haber visto. Su madre, a su lado, revisaba su propio Instagram, de vez en cuando asintiendo cuando su hija le mostraba algo «gracioso».

Según un estudio reciente de la reguladora eSafety de Australia, más del 80% de los niños entre 8 y 12 años usan redes sociales y servicios de mensajería diseñados para mayores de 13. Casi la mitad lo hacen con cuentas de sus padres o tutores. Un tercio de ellos tiene su propia cuenta, creada con ayuda adulta. Las plataformas? YouTube, TikTok, Snapchat y muchas más. Las mismas que prometen proteger a los menores, pero donde la verificación de edad es tan débil como un «acepto los términos y condiciones».

Si es ilegal que un niño de 9 años conduzca un auto, compre alcohol o trabaje a tiempo completo, ¿por qué no nos alarma que navegue libremente por un mundo digital que no está diseñado para él? ¿Porque es «normal»? ¿Porque es inevitable? ¿Porque otros niños lo hacen? La reguladora australiana acusa a las plataformas de no tener mecanismos sólidos para verificar edades, pero, ¿no es también responsabilidad de los padres?

En respuesta a esta crisis silenciosa, Australia planea prohibir el uso de redes sociales a menores de 16 años antes de que termine el año. Sin embargo, hay una excepcion notable: YouTube quedaría fuera de la restricción. Esto ha provocado críticas por parte de empresas como TikTok y Meta, que se preguntan por qué el gobierno da trato preferencial a la plataforma más popular entre los niños.

El problema no es solo legal, es cultural. Crecimos creyendo que las redes sociales eran el futuro, la conexión, el acceso ilimitado al conocimiento. Pero también son la exposición constante, la comparación, la sobrecarga de información, la adicción. Y ahora, estamos viendo cómo los niños pagan el precio de nuestro entusiasmo descontrolado.

Las cifras no mienten. Solo el 13% de las cuentas de menores de 13 años han sido eliminadas por las plataformas. En otras palabras, el 87% sigue navegando sin restricciones, sin supervisión real, sin protección efectiva. Los sistemas para detectar usuarios menores son lentos y requieren «señales de interacción», lo que significa que un niño puede pasar semanas o meses expuesto antes de que una plataforma decida hacer algo al respecto.

Así que volvamos a Sofía. Su madre cree que sabe lo que su hija ve. Pero, ¿realmente lo sabe? Y más importante, ¿le importa lo suficiente como para hacer algo al respecto?

La decisión está en la mesa. Podemos seguir dejando que los niños crezcan entre algoritmos que no están hechos para ellos, o podemos enfrentarnos a la incomodidad de poner límites. Australia ha tomado un paso. El resto del mundo observa. ¿Qué haremos nosotros?

Autor: X Mae
Fuente: BBC
Imagen destacada: Freepik

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