Enero de 2025. Un día frío y soleado en Arlington, Virginia. Al entrar en la oficina de Jen Easterly, un tiburón de plástico gigante parece acechar desde el suelo. Es un contraste extraño con la Rubik’s Cube que reposa sobre el escritorio, decorada con el logotipo de CISA, la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad que Easterly lideró durante tres años y medio. Pero algo está fuera de lugar.
Easterly, una mujer de 56 años con pantalones de mezclilla decorados con dragones y serpientes, se levanta sonriente. Entre bromas sobre su guitarra eléctrica y el caos de su agenda, es imposible ignorar la sombra que se cierne sobre ella. Está en sus últimos días como directora de CISA. No porque quiera irse, sino porque la administración de Trump no le ha pedido quedarse. De hecho, el futuro de la agencia misma pende de un hilo.
¿Quién necesita ciberseguridad cuando se tiene ego?
En 2020, Donald Trump despidió a Chris Krebs, el primer director de CISA, después de que este se negara a respaldar las afirmaciones infundadas de fraude electoral. Ahora, mientras Easterly se prepara para dejar su puesto, los rumores apuntan a recortes severos para la agencia. La ironía no podría ser más cruda: mientras China lleva a cabo una de las campañas de espionaje más grandes en la historia de las telecomunicaciones estadounidenses, CISA, la principal línea de defensa del país, enfrenta la posibilidad de ser desmantelada.
El ataque más reciente, conocido como «Salt Typhoon», infiltró redes federales, extrajo registros de llamadas y mensajes, y dejó al descubierto vulnerabilidades críticas. Easterly y su equipo detectaron las primeras señales de esta intrusión, actuaron rápidamente y lograron contener parte del daño. Pero el trabajo no está ni cerca de terminar. Con su salida y los recortes en el horizonte, la pregunta persiste: ¿quién quedará para defender las fronteras invisibles de la nación?
Cuando los egos deciden el destino colectivo
La ciberseguridad, como lo describe Easterly, es un «juego defensivo». No es glamuroso. No gana titulares. Y ciertamente no alimenta el narcisismo político. Pero su importancia es incuestionable. Estamos hablando de proteger sistemas que sostienen el agua que bebemos, la electricidad que usamos, los trenes que tomamos y los hospitales que nos salvan. Es un tema de vida o muerte, aunque el público no siempre lo vea así.
Durante su tiempo en CISA, Easterly trabajó incansablemente para construir puentes entre agencias, empresas privadas y gobiernos locales, entendiendo que el ciberespacio no tiene fronteras. «Todos compartimos el rol de defensa colectiva», dice. Pero, con una administración más interesada en reducir el alcance de la agencia que en enfrentar las amenazas reales, este enfoque de colaboración parece estar en peligro.
La ignorancia como debilidad estratégica
En la era digital, ignorar la ciberseguridad no es solo irresponsable, es una amenaza existencial. La desconexión entre quienes toman las decisiones y quienes enfrentan las amenazas diarias podría convertirse en el talón de Aquiles de una nación entera. Easterly lo sabe, y por eso suena más preocupada que optimista al hablar de lo que podría venir. Una invasión de Taiwán por parte de China, advierte, podría significar ataques cibernéticos masivos en territorio estadounidense: cortes de electricidad, redes de telecomunicaciones inutilizadas, caos generalizado.
Y, sin embargo, parece que el debate político se centra más en recortar presupuestos y eliminar puestos clave que en fortalecer defensas. Es una tragedia moderna: un enemigo sofisticado y despiadado al otro lado del mundo, mientras en casa el liderazgo político juega a quitar piezas de la infraestructura de defensa como si fuera un Jenga.
El mensaje que no queremos escuchar
En sus últimos días en CISA, Easterly comparte su mantra: «La defensa cibernética no es solo un problema técnico, es un problema humano». Si cada empresa, institución y ciudadano no asume su rol en esta batalla, será cuestión de tiempo antes de que las grietas en la defensa se conviertan en abismos imposibles de reparar.
Pero quizás la lección más inquietante sea esta: ¿Qué dice de nosotros como sociedad que permitimos que nuestros sistemas críticos sean desmantelados desde dentro, no por un enemigo externo, sino por el descuido y la politización de lo esencial?
En el mundo digital, como en la vida misma, no hay caballeros con armadura brillante. Solo hay equipos, voluntad colectiva y líderes que se levantan todos los días para proteger lo que otros prefieren ignorar. La pregunta es: ¿Qué pasará cuando esos líderes ya no estén?
Reflexión final: ¿Estás listo para despertar?
Mientras lees esto desde la comodidad de tu dispositivo, piensa en lo que ocurre tras bambalinas: redes protegidas por un hilo, agencias sin recursos, amenazas creciendo como olas oscuras en un océano turbulento. La ciberseguridad no es un lujo, es una necesidad. Y si quienes deben protegerla deciden que no vale la pena, no será un hacker quien apague las luces. Seremos nosotros mismos.
Autor: X Mae
Fuente: Wired
Foto: scworld.com