El caos en tus manos
Era un día frío de noviembre, y mientras muchos se refugiaban del clima, un grupo peculiar se reunió en un estadio de Coventry, un lugar que había albergado conciertos de Oasis, Rihanna y Harry Styles. Pero esta vez, el espectáculo no tenía guitarras ni luces deslumbrantes: se trataba del campeonato del Reino Unido de «speedcubing». ¿Speedcubing? Sí, resolver cubos de Rubik a velocidades de vértigo.
Entre las filas de mesas y el murmullo de los asistentes, un adolescente, James Alonso, ganó la competencia principal resolviendo un cubo en un promedio de 6.3 segundos. Seis segundos. Algo que a muchos nos llevó días (o años) intentar completar… sin éxito.
Pero más allá de la destreza y la rapidez, lo interesante de este evento no es el espectáculo de los dedos volando sobre cubos de colores, sino lo que ocurre en la mente de quienes los resuelven. Según los científicos, este hobby retro no solo es una muestra de habilidad, sino una herramienta que puede mejorar la felicidad y el bienestar de quienes lo practican.
El arte de ordenar el caos
¿Quién diría que un simple objeto inventado en 1974 por un profesor de arquitectura, Ernő Rubik, pudiera generar tanto impacto? Al principio, al propio Rubik le tomó un mes resolverlo, pero desde entonces, millones de personas han hecho del cubo su pasatiempo, llevando el acto de girar piezas a una forma de meditación activa.
Científicos como la doctora Polina Beloborodova, del Centro de Mentes Saludables de la Universidad de Wisconsin-Madison, explican que resolver un cubo satisface la necesidad psicológica de «competencia»: esa sensación de efectividad y dominio sobre algo. Más aún, la actividad estimula la resolución de problemas, la memoria y la coordinación motriz, pero también puede evocar emociones profundas como asombro y belleza.
Cuando las piezas encajan en el patrón correcto, algo en nuestro cerebro responde con una satisfacción casi primitiva. Es el mismo principio detrás de sentirnos atraídos por un amanecer perfecto o un cuadro que parece hablar con el alma.
¿Por qué importa ahora?
En un mundo donde las distracciones tecnológicas están a la orden del día, el cubo de Rubik representa algo extraordinariamente simple: el orden en medio del caos. Para muchos, el acto de resolverlo crea un estado de «flujo», una experiencia casi meditativa donde el tiempo parece detenerse y la mente encuentra claridad.
Ian Scheffler, autor del libro Cracking the Cube, describe esta experiencia como «pensar y no pensar al mismo tiempo». Es como si el cubo, en su aparente desorden, nos ofreciera una pausa del frenesí moderno, una forma de reconectar con un ritmo más humano.
Más allá del cubo
Lo que hace al speedcubing aún más especial es su capacidad para unir a personas de todas las edades y lugares. Desde un padre de 44 años que encontró en el cubo un vínculo con su hija adolescente, hasta competidores que viajan desde Mongolia o Canadá para ser parte de una comunidad global. Resolver el cubo no solo trata de superar tiempos récord, sino de encontrar significado y conexión en una actividad compartida.
La ciencia también lo respalda: combinar el desafío individual con el aspecto social del speedcubing amplifica los beneficios para el bienestar. Según la doctora Julia Christensen, del Instituto Max Planck, este tipo de actividades fomentan no solo felicidad momentánea, sino una más profunda, conocida como «bienestar eudaimónico»: ese sentimiento de propósito y significado en la vida.
El rompecabezas de la felicidad
Claro, resolver un cubo de Rubik no curará todos tus males ni detendrá el envejecimiento del cerebro (los estudios sugieren que los beneficios cognitivos no son permanentes). Pero en un mundo donde constantemente buscamos «la siguiente cosa» para ser felices, quizás mirar hacia atrás, hacia un simple cubo, pueda ser parte de la respuesta.
El cubo de Rubik no promete milagros, pero sí algo más importante: la posibilidad de encontrar orden en el caos, un momento de calma en la tormenta de la vida moderna. Y tal vez, al girar esas pequeñas piezas de plástico, puedas encontrar algo mucho más grande: a ti mismo.
Conclusión:
La felicidad no siempre está en lo complejo ni en lo nuevo. A veces, está en las cosas más sencillas: un cubo, un desafío, y la paz de saber que, al menos por un momento, todo tiene sentido.
Entonces, ¿te atreves a girar?
Autor: X Mae
Fuente: BBC