¿Recuerdan cuando comprar drogas implicaba callejones oscuros y encuentros furtivos? Eso, amigos, es cosa del pasado. El narcomenudeo se ha reinventado, se ha puesto a la moda y, lo más inquietante, se ha mudado a las mismas plataformas que usas para subir fotos de tus vacaciones o coordinar la cena con amigos: las redes sociales.
Imaginen esto: abren Instagram y, entre fotos de gatitos y recetas veganas, se topan con imágenes cuidadosamente editadas de hongos alucinógenos, con packaging digno de una boutique gourmet (qué está pasando). O peor aún, reciben un mensaje directo en X (antes Twitter) ofreciéndoles un «viaje» con «medicamentos psíquicos» (cómo opera el nuevo mercado). No es ciencia ficción, es la cruda realidad.
Los emojis se han convertido en el nuevo código del narcotráfico digital. Copos de nieve para la cocaína, corazones y rayos para el MDMA, hojas de arce para… bueno, para casi cualquier droga (quiénes están involucrados y cómo se comunican). Plataformas como Instagram, Snapchat, X, Telegram y WhatsApp se han transformado en verdaderos mercados online de sustancias ilícitas (dónde ocurre).
¿Cuándo empezó esta transformación? Los primeros estudios datan de 2012, pero la tendencia se ha acelerado en los últimos años. En 2021, se estimó que el 20% de las compras de drogas en Irlanda se gestionaban a través de redes sociales. Estudios más pequeños en Estados Unidos (2018) y España (2019) revelaron que una décima parte de los jóvenes que consumían drogas se conectaban con los traficantes a través de internet, principalmente en redes sociales.
¿Por qué este cambio? La respuesta es simple: conveniencia y (aparente) seguridad. Para el consumidor, es más fácil y «seguro» recibir un paquete por correo que encontrarse con alguien en la calle o navegar por la dark web. Para los traficantes, es una forma de llegar a un público mucho más amplio, sin los riesgos del contacto físico.
Pero esta «comodidad» esconde peligros mucho mayores. La presencia de opioides sintéticos como el fentanilo, mucho más potentes y letales, es una preocupación creciente. Si bien algunos argumentan que las redes online ofrecen un «mejor control de calidad» gracias a canales de Telegram dedicados a evaluar a los vendedores, lo cierto es que la ilegalidad siempre implica un riesgo, independientemente de dónde se compre la droga.
Meta, la empresa detrás de Facebook e Instagram, afirma eliminar millones de publicaciones relacionadas con drogas cada año. TikTok también reporta cifras similares. Telegram, por su parte, asegura combatir activamente el uso indebido de la plataforma. Sin embargo, la realidad es que el problema persiste y, según un estudio reciente, hasta el 13% de las publicaciones en redes sociales podrían publicitar drogas ilegales.
Este fenómeno nos incomoda porque nos muestra la fragilidad de la línea entre lo virtual y lo real. Nos confronta con la idea de que el narcotráfico se ha adaptado a la perfección al mundo digital, llegando incluso a patrocinar publicaciones y utilizar publicidad pagada (cómo se promocionan). Nos obliga a preguntarnos: ¿qué estamos haciendo para proteger a los jóvenes de esta nueva amenaza? ¿Son suficientes las medidas que están tomando las empresas de redes sociales?
La historia del narcomenudeo en redes sociales no es una historia de «progreso» o «innovación». Es una historia de riesgo, de vulnerabilidad y de la necesidad urgente de un debate profundo sobre cómo regular el espacio digital y proteger a los usuarios, especialmente a los más jóvenes. Porque, al final, detrás de cada emoji y cada «viaje» virtual, hay una realidad mucho más oscura y peligrosa.
Autor: X Mae
Fuente: Wired